Se tiene, en general, a Émile Zola, con su célebre J'accuse, como el pionero de lo que llegará a ser la figura del intelectual comprometido con su tiempo. El 13 de enero de 1898 publicaba Zola en el periódico L'Aurore una carta al presidente de la República Francesa denunciando la inicua condena de Dreyfus -un militar judío acusado de un delito de traición que no había cometido- y proclamando la complicidad obscena del Gobierno con su infame proceso criminal.
Tratando quizá de remedar al maravilloso novelista, un fracasado candidato a la presidencia de la Xunta y un grupo de profesionales de las artes salieron hace pocos días en defensa de una conocida cocinera, presunta autora de un acto delictivo. Los congregados en el ágape cambiaron el J'accuse (Yo acuso) por el Je mange (Yo como).
Toñi Vicente, cuyo quehacer profesional la llevó a ganar una estrella Michelin para el restaurante que regenta en Compostela, había sido detenida con las manos en la masa, una semana antes, por comprar a furtivos vieiras sin garantías sanitarias, lo que suponía poner en grave riesgo la salud de sus clientes dada la conocida peligrosidad de ese marisco si no es tratado de la forma establecida. De hecho, ayer confirmaba la Xunta la grave amenaza que suponían las vieiras incautadas en la operación en la que se detuvo a la cocinera santiaguesa: el nivel de toxicidad de los mariscos casi triplicaba el legalmente permitido.
Pese a serlo mucho, lo más escandaloso de esta historia no es la irresponsabilidad de unos cocineros a quienes se les supone una profesionalidad que han probado no tener. Resulta triste, pero algunas personas son así: capaces de echar ciento por la borda, ante la posibilidad de ganar tres. No, lo verdaderamente increíble es que un grupo de personas que se consideran a sí mismas intelectuales de prestigio salgan en defensa de quien ha sido detenida in fraganti por la presunta comisión de un delito que implica poner en riesgo la salud de cientos de personas.
Los Zola de este astracán arguyen, en defensa de la pintoresca conversión de la solidaridad privada con su amiga -ante la que nada hay que decir, pues cada uno es libre de escoger a sus amigos- en un acto público de desagravio, que los medios sometieron a la señora Vicente a un linchamiento. ¿Qué linchamiento? ¿O es que constituye un linchamiento informar al público de lo que acontece cada día y dar a las noticias una relevancia proporcional a la importancia de las personas implicadas? Curiosa vara de medir esa que exige el máximo relieve informativo cuando se trata de informar de que uno ha ganado una estrella Michelin y el mínimo relieve cuando la noticia es que uno, por su avaricia, se ha estrellado.
Nota.– Non son eu o que escribíu este artigo. O autor é Roberto L. Blanco Valdés, catedrático da Universidade de Santiago, e aparece hoxe publicado en La Voz de Galicia.
5 comentarios:
E logo, don Perfeuto, toleou? Agora escrebe en español?
Totalmente de acordo con Blanco Valdés (neste caso concreto).
Aquí non se salva nin o apuntador. RB-V fala de linchamentos con coñecemento de causa. Probiño el, que os sufriu no seu Departamento a mans deses radicaliños. El, que os executa en cada artigo que escribe.
Home, non creo que o acoso que sufriu Blanco Valdés por parte de independentistas hai uns anos sexa para celebrar. Polo demais coido que é excesivo acusalo a el de "linchamento": limítase a dar a súa opinión, como fan tantos e tantos. Ou é que porque non concorde co que un poida pensar xa o temos que cualificar de "executor"? Tolerancia e liberdade de expresión é o que fai máis falta.
Pra que non esquezamos que sigue a existir o pensamento único e totalitario é mellor que estean a aparecer decote eses novos clérigos laicos, respetuosos coas ideas dos demáis...sempre que cadren coas propias
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